La Copa América, desde hace un tiempo para acá, representa una especie de ‘salvavidas’ para Perú y su contexto, ya sea de manera social, ambiental, de entorno o de una mera situación futbolística en la cual acontece todo lo mencionado antes. Los problemas que pueden llegar a existir se concentran de una manera distinta, pero el momento siempre es el mismo: un torneo continental corto que funge como deseo de encontrar la oportunidad perfecta para resurgir, para salir a la superficie y para no ahogarse dentro de las dificultades existentes. Ahora mismo, ese anhelo está potenciado porque el debut oficial de un nuevo entrenador (Jorge Fossati) se alinea en el camino de aquella persona que hizo a Perú reencontrarse con su cultura de juego y los ideales indistintos a las épocas para que compitiera de acuerdo a sus características habituales: Ricardo Gareca.
Sin entrar en detalles inoperantes, los amistosos de Perú con Fossati al mando, han provocado una serie de situaciones, pertenecientes al juego, que hacen provocar el hecho de emparentarse más con la historia fugaz y tóxica de Juan Reynoso que con la paciente y pasional de Gareca. Es decir, la manera en la cual Perú viene jugando en sus últimos partidos, genera una reflexión constante de cómo el equipo, con muchos de los jugadores de la historia de Ricardo, se ha transformando en un colectivo que no logra estimular(se) de la misma forma. Esa identidad construida, generada y articulada en el tiempo se ha ido diluyendo mientras las dudas han ganado campo conforme a los paradigmas actuales que, de alguna manera, Reynoso pudo inyectar desde su palabra, pero también desde su accionar. La copia fiel, como siempre dije, nunca fueron (son) los resultados, sino la manera en la cual Perú intentó, proyectó y visualizó jugar con el margen de mejora explicado.
Por supuesto, en su momento intenté explicar cómo esa forma o intento de juego, desencadenaban cosas que parecían inexplicables por lo escasa que era la demostración desde algunas tribunas, pero la alteración estaba bastante clara. Por ejemplo, se refleja en uno de los jugadores que, en los últimos meses, ha llegado en mejor forma a cada convocatoria de Perú: Sergio Peña. Dicho sea de paso, es uno de los jugadores, esperadamente, más criticados desde ese entonces. Aquí mi explicación:
Aquí otra explicación sobre lo que ocurría en la era de Juan Reynoso en la selección. Una crónica de la muerte anunciada desde un primer momento, claro.
Ahora bien, ¿cómo juega Perú? Es realmente más fácil de lo que parece al momento que lo ves, pero puede que sea complejo encontrar las palabras adecuadas para mencionarlo a detalle. De hecho, en época de Eurocopa, las palabras de Antonio Gagliardi se pueden extrapolar, y Perú es una de esas selecciones que entran en el cajón concebido de los 3–5–2.
Fossati, antes de aventurarse a entrenar a Perú, fue campeón con Universitario de Deportes de una manera particular y usando nominalmente el mismo dibujo. Ya, pero esto puede llegar a ser un ‘atentando’ con lo que pretende Perú en sus jugadores por los momentos, características, habilidades, oportunidades, contextos de juego y, sobre todo, las experiencias vividas recientemente. Las particularidades de los jugadores es algo que define y redefine a un equipo mientras se desenvuelve. Si la imposición física, la potencia, la fuerza, la mecanización de jugadas y el impacto posicional era una definición prudente del equipo de Reynoso, la amplitud, llegada, constancia física, potencia y ‘automatismos’ son singularidades que ha mostrado Perú con Fossati. En la licuadora metafórica, todo eso se golpea con la sorpresa, espontaneidad, creatividad, imposición técnica, habilidad recreacional, ingenio por encima de automatismo y autonomía propia por encima de racionalización de espacios que existía con Gareca. ¡Pero también se golpea con la tradición, existencia y hecho cultural que representa el fútbol de manera sensorial en Perú!
Aquí te puedes encontrar con una larga exposición de secuencias que atraviesan el tiempo, pero se mantienen en la memoria y también en las fibras más especiales del juego de Perú. Algo que, por ejemplo, hoy cuesta encontrar en los partidos, pero que había sido un sello. Una manera más sentida y especial para competir en estos tiempos.
La organización ofensiva de Perú ahora presenta síntomas que la mayoría del público puede reconocer porque es fácilmente detectable, lo cual produce un falso conocimiento que entregan las estructuras formadas y reformadas cuando se mueven (o no) los jugadores. Si los ataques posicionales con Reynoso carecían de ritmo, inventiva, ingenio, engaño, pero sobre todo de interpretación, con Fossati no hay una diferencia mediana porque si la inclusión de Piero Quispe o Peña pueden entregar destellos y soluciones ante las incógnitas que el mismo juego entrega, las distancias, ocupación de espacios y repetición de jugadas van en detrimento de la misma imposición técnica mentirosa que ‘alivia’ el hecho de encontrarse con esos jugadores. ¿Por qué sucede? Porque falta complementariedad, falta conocimiento, falta experiencia dentro de un contexto clave y especial, faltan sinergias que se forman dentro de la autonomía que los jugadores adquieren y a la cual se adhieren, falta exposición cultural del toco y me muevo, toco y avanzo, toco y me quedo que tan bien precisan al juego de Perú por excelencia en el tiempo, falta credibilidad en el mensaje por lo vacío del contenido a la hora que la práctica empieza (partido) ya que la teoría es una cosa y la praxis otra, falta ese contagio que encuentra el jugador en otro cuando una gambeta sucede o cuando una pared/tabela se hace materia, falta el autodescubrimiento de los ‘mejores’ en situaciones de juego que estimulan la intuición mientras descifran lo que va sucediendo de manera natural, falta improvisación y un largo etcétera. Todo eso es general y Perú es rehén.
‘Agregar más cemento al muro’ es algo que se practica en los partidos desde hace algunos años, pero era una frase que encontré pertinente para describir situaciones que observaba en Brasil cuando Tite era seleccionador, sobre todo desde aquél trágico encuentro con Inglaterra en Wembley que hizo cambiar absolutamente los planes, ideales, pensamientos y simpatía del equipo. Perú opera de manera similar, a veces sin demasiada rigidez, pero si bien no cuenta con extremos, los planes en muchas ocasiones son los encargados de ocupar zonas externas generando amplitud para que por dentro se ‘respeten’ los espacios de acción al momento de iniciar o reiniciar el juego. La pared/tabela, generada históricamente a partir del juego asociado, ha pasado a representar en Perú una acción que ‘facilita’ la salida de un espacio para rápidamente invertir las jugadas buscando atacar por espacios más pegados a la línea de cal que por donde la fluidez innata y la inventiva ante un mar de piernas se puede llegar a estimular y desarrollar. La red de pases por dentro que Perú encontraba por naturaleza se ha falsificado e intercambiado en los últimos años por la necedad y necesidad que inviertir la pelota para encontrar la repetición de movimientos que generan los jugadores por fuera para llegar a tener profundidad conforme la amplitud retoque. Un pase, dos pases, tres pases por dentro e ir por fuera. Todo esto, mientras hay jugadores más pegados a la defensa del rival que a la propia para poder organizarse de una manera completamente diferente, con otro orden, con estructuras que son ‘difíciles’ de advertir por parte de las personas y hasta con un ‘caos’ alcanzable que origine encuentros inherentes ocupación racional de los espacios.
Perú no es un equipo solvente en la disposición de pelota porque no tiene beneficios al momento de pasarse la pelota de manera global. Por supuesto, las ocasiones en las que puede llegar al arco rival están supeditadas más en los balances que existen en los partidos que la imposición y gobierno que pueda plantar al momento de crear, gestar y progresar. Este ejercicio, hasta la fecha, es totalmente flagrante y se ha aducido una ‘falta de identidad’, cosa que pareciese increíble con todo lo trabajado, sufrido y generado con muchos jugadores desde hace años. Pero sí, también es verdad que los jugadores son la idea, el estilo y todo aquello de lo cual se habla con liviandad mientras se juzga, más no se critíca, de manera inédita. Pero también es verdad que necesitan un ambiente que ampare todas esas ocurrencias que el jugador va explorando mientras encuentra placer en un buen pase, en una pared/tabela bien hecha, en una gambeta existosa o en unos encuentros que afloren la unión esperada: entendimiento. La pausa es la aceleración justa y necesaria que efectiviza siempre una jugada de ataque mientras todos corren como caballos intentando cruzar la línea de meta que es el propio arco a resguardar. Es completamente visible las distancias de relación que existen en Perú por más que hayan intercambios de espacios entre los jugadores. ¿Qué significa eso? Pues, realmente, lo que importa es cómo conciban esos jugadores el movimiento (suyo y del otro), cómo lleguen a comprender qué hace falta para dar una solución al poseedor de la pelota en aras de avanzar, cómo se organiza el equipo en determinado espacio, pero fundamentalmente qué clase de movimientos brindan los jugadores para conseguir expresividad en la movilidad conjunta con una base intencional definida pero que va actualizándose cada dos por tres.
La aproximación habitual que había traducido Perú en sus partidos se ha vendido a postores con cimientos que pueden llegar a ser engañosos, pero que en fútbol son capaces de venderse aún mejor porque los resultados trastocan mentes, confunden sensibilidades y alteran la realidad, pero jamás se falsean o equivocan en el tiempo por más que exista un ganador o un campeón. Pareciese que hoy por hoy hay muchos sabios después del hecho ocurrido, pero los ejemplos en los últimos tiempos son bastante claros: el jugador necesita autonomía, más no convertirse en autómata porque nos estamos llenando de los de esa especie, es por eso que el fútbol que vemos cada vez nos parece más insípido, pero también es verdad que son conversaciones cíclicas debido a los recambios que hay. De igual manera, siempre existe una cultura que va ligada al fútbol con infinidad de requerimientos por parte de los protagonistas: ¡el jugador necesita equivocarse para aprender!